Pero su historia siempre estuvo rodeada de misterio: ¿Cómo podía haber una ciudad de ese tamaño en mitad de un desierto? ¿Cómo podía vivir tanta gente en un lugar tan inhóspito hace cerca de 2.000 años atrás? ¿De dónde venían sus alimentos? ¿Y por qué una ruta de intercambio tan importante pasaba directamente a través del desierto?
Investigadores noruegos, en colaboración con colegas de Siria, trabajaron cuatro años para encontrar las respuestas.
“Estos hallazgos nos dan una renovación importante en la visión de la historia de Palmira”, señala el director del proyecto, Jørgen Christian Meyer, un profesor de la Universidad de Bergen.
Los arqueólogos de Bergen encararon el problema desde un nuevo ángulo: en lugar de examinar la ciudad, estudiaron una enorme extensión de tierra hacia el norte de ésta.
Junto con sus colegas sirios del Museo Palmira, y ayudándose con fotos satelitales, catalogaron una gran cantidad de antiguos restos visibles sobre la superficie.
“De esta forma,” explica el profesor Meyer, “fuimos capaces de formarnos un panorama más completo de lo que ocurrió dentro de un área mayor”
El equipo detectó una serie de pueblos olvidados de los antiguos romanos. Pero lo que al fin resolvió el misterio de Palmira fue el descubrimiento de las reservas de agua que utilizaron estos pueblos.
El profesor Meyer y sus colegas comprendieron entonces que lo que estaban estudiando no era un desierto, sino sólo una árida estepa, con una base subterránea que evitó que el agua de la lluvia se filtrara en el subsuelo. El agua se colectaba en intermitentes arroyos y ríos, que los árabes llaman wadi.
Los arqueólogos reunieron pruebas que permiten determinar que los residentes de la antigua Palmira, y de los pueblos cercanos, recogían el agua de lluvia por medio embalses y cisternas. Eso les aportaba a estos residente el agua para los cultivos y les permitió suministrar alimentos a la ciudad, los sistemas de recolección garantizaban un suministro estable de productos agrícolas y evitaban que las las sequías fuesen una catástrofe.
Los agricultores locales también cooperaban con las tribus de los beduinos, quienes conducían a sus rebaños de ovejas y cabras a la zona para pastar durante la temporada de calor, fertilizando de paso los campos de los agricultores.
La ubicación de Palmira también tuvo fundamentos políticos. Las rutas importantes en dirección este-oeste, entre ellas las rutas comerciales a lo largo del río Eufrates, al norte, no estaban bajo el control de los romanos en el oeste, o de los persas hacia el este. Por ello los señores y caciques locales exigían altas tarifas para pasar por allí.
Estas prácticas extorsivas crearon una gran oportunidad para los palmiranos, unieron sus fuerzas con los beduinos para ofrecer seguridad, bestias de carga y guías a través del desierto.
“Los comerciantes de Palmira usaron la situación única de la ciudad para construir una red global de comercio”, señala el profesor. “Esto explica mucho de la prosperidad de la ciudad”.
La solución al misterio de Palmira también nos puede enseñar algo en la actualidad. Mientras el mundo busca tierra cultivable para alimentar a sus miles de millones, podemos aprender de la experiencia de Palmira. Si ellos pudieron cultivar el suelo del desierto hace cerca de 2.000 años, seguramente podriamos hacer lo mismo con todas las ayudas y métodos modernos que disponemos.
“De vez en cuando cae una enorme cantidad de lluvia en el desierto”, dice el profesor Meyer. “Cualquiera puede ver lo verde que se vuelve el desierto después de la lluvia. En Palmira debieron haberse dado cuenta del potencial de este tipo de terreno, que cubre grandes áreas de nuestro planeta”.
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