La verdad sobre los vampiros está lejos de su leyenda romántica. Así quedó demostrado en Bulgaria, dónde el hallazgo de la tumba de un supuesto “bebedor de sangre” reveló su vinculación con algunas costumbres paganas precristianas de los Balcanes. El descubrimiento, realizado el pasado domingo cerca de un monasterio medieval en la pequeña ciudad de Sozopol, a orillas del Mar Negro, muestra a un hombre que había sido enterrado con un hierro clavado en el corazón, explicó el director del Museo Nacional de Historia, Bozhidar Dimitrov. “El muerto, cuya identidad, origen o rango social todavía no hemos confirmado, tenía clavado en el pecho una pieza de un arado de hierro”, reveló Dimitrov, un ex ministro búlgaro y uno de los historiadores más célebres del país. Este descubrimiento, que data según los primeros indicios del siglo VIII ó IX, revela una costumbre pagana que subsistía entonces entre los cristianos de la época y que consistía en atravesar el corazón de algunos fallecidos con una hoja metálica para que no volviesen de entre los muertos. “Practicaban este rito contra personas que en su vida se consideraban malvadas, hacían maldades contra la gente o simplemente se ocupaban de algo que la sociedad no entendía, como por ejemplo investigaciones científicas o médicas. Se creía que después de morir, tales personas se convertían en vampiros y torturaban y atormentaban a los vivos y se bebían su sangre”, explicó. El supuesto vampiro podría ser una persona de alto nivel social, quizá un alcalde, un recaudador de impuestos, un consejero o un sacerdote riguroso en su persecución de los violadores de la moral cristina. Poco después del primer hallazgo, se encontró una segunda tumba con un cadáver también atravesado por un hierro, del que se sospecha que, por la constitución de los huesos y la cercanía al primer túmulo, podría ser la esposa. Según la costumbre, en la noche inmediatamente después del entierro, y siempre antes de medianoche, cuando se creía que el difunto se convertía en vampiro, un grupo de valientes exhumaba el cadáver y le clavaba un hierro en el pecho, explicó Dimitrov. “Se creía que el peso del metal presionaba al muerto y no le permitiría levantarse y vagabundear en la noche, bebiendo sangre de la gente”, aclaró. El profesor avanzó que las investigaciones arqueológicas continúan y que se hallaron en esa localidad y en otras cercanas alrededor de 80 tumbas que se sospecha fueron sometidas al mismo ritual. Varios medievalistas búlgaros explicaron que en aquella época se creía que las personas con anomalías físicas, como por ejemplo, tener un cráneo más grande de lo habitual o joroba, eran vampiros. Otro arqueólogo búlgaro, Nikolay Ovcharov, reveló que el caso del “vampiro de Sozopol” no es el primero y no hace mucho tiempo se descubrió un cadáver de la misma época enterrado cerca de una iglesia en la ciudad de Veliko Tarnovo, en Bulgaria central. “Se trata de una costumbre pagana que llegó de la antigüedad y que los cristianos preservaron. Además del hierro, a los muertos se los cubrían con ascuas o sus extremidades se ataban con cuerdas”, explicó Ovcharov. Y añadió que algunos de los ritos se hacían de forma secreta durante la noche, pero hubo también otros que se realizaban durante el entierro en pleno día. Aunque las leyendas sobre el vampirismo en los Balcanes tienen muchos siglos de antigüedad, el mito moderno se debe a la novela “Drácula”, publicada en 1897 por el irlandés Bram Stoker y basada en cuentos populares de la región. Ahora este mito vive una nueva juventud gracias a la popular saga “Crepúsculo”, de la novelista Stephenie Meyer, cuya adaptación a la gran pantalla fue un gran éxito de taquilla.
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