Fernando Sixto Ramos, un ingeniero peruano invidente de 63 años, saltó a la fama esta semana en su país tras recibir un premio internacional por crear un sistema que podría resolver el problema energético mundial al multiplicar la fuerza generada por un motor tantas veces como se quiera.
Con el “sistema multiplicador de fuerza”, una invención que ideó hace 15 años, a medida que perdía visión, este humilde ingeniero obtuvo la medalla de bronce en la categoría de mecánica y procesos industriales de la cuadragésima edición del Salón Internacional de Inventos, celebrado en Ginebra (Suiza) la semana pasada.
Ramos explicó a Efe que su sistema es “capaz de mover un barco con el motor de un coche” y se basa en dos ejes paralelos cuyos centros tienen un rodaje conectado al extremo de una barra que une a ambos y, a su vez, contiene en el medio dos rodajes “descéntricos” que varían su centro de gravedad.
Esto permite que al aplicar movimiento sobre uno de los ejes, el otro gire en sentido inverso y “regrese la fuerza multiplicada al primero, lo que además genera una fuerza exterior que se puede magnificar” si se le conectan otros paralelos que repitan la misma acción.
“Es así de simple. Creas una acción y una reacción. La fuerza la traspasas al otro eje y luego se multiplica, y así continuamente”, aseguró con sencillez Ramos.
El sistema es exponencial porque “un motor de un caballo se puede multiplicar por veinte, y seguidamente, por cuarenta hasta tener 800 caballos”, puesto que depende de variables como la distancia entre ejes, la masa, el diámetro de excentricidad y la dirección, que “cuanto mayores sean, mayor será la fuerza incrementada”.
Su simplicidad se halla en la mecánica clásica, con la palanca de Arquímedes y los paralelos de Tales: “Se varía la gravedad de un cuerpo para que caiga y la fuerza de caída se incrementa con una palanca para transmitirla al otro eje. Es como Kung Fu. Usas la fuerza del oponente para vencerlo”, dijo.
Ramos gestó esta idea hace 15 años, cuando la disfrazó de bomba hidráulica y los demás ingenieros de su empresa fueron incapaces de entender su funcionamiento al desmontarla.
Sin embargo sus aplicaciones van más allá de una bomba de agua, un coche o un tractor, ya que “podría aplicarse a centrales termoeléctricas, hidroeléctricas o a molinos eólicos” que aumentarían su potencia, hasta hacer “la locura de propulsar el viento de un molino para que mueva otros molinos”.
“Con ello puedes abaratar los costos de desalinizar o depurar agua”, agregó el ingeniero, quien indicó que “se puede salvar el planeta si todos contribuimos porque solamente las ideas cambian el mundo”.
“Con el principio del multiplicador se benefician todos: los países subdesarrollados tendrían energía más barata y los avanzados solucionarían sus problemas energéticos porque se han dedicado a optimizar el combustible, pero se habían olvidado de optimizar la mecánica, donde siempre hay un eslabón que se escapa”, sentenció.
Ramos confirmó que una universidad de Alemania, país que en 2011 programó el cierre de sus centrales nucleares, se ha interesado por su proyecto, pero confesó que primero quiere desarrollarlo en Perú “porque no hay ánimo de lucro, sino de servicio”.
El ingeniero invidente llegó tarde a Ginebra para que el jurado revisara su invento, que quedó por detrás de una mano robótica y un cortador de mármol, pero el interés suscitado entre los asistentes convenció a los jueces para otorgarle la medalla de bronce.
Publicar un comentario