—¡Manuel, dale más despacio! ¿Cúal es la prisa???
—Nada, nada. Que ya quiero llegar, mañana tenemos que regresar temprano.
—¡Manuel cuidado!
Se encontraban a la mitad del camino cuando ocurrieron cosas que cambiarian su vida para siempre.
—¿Viste eso?
—Sí, pero...
Por la carretera se habian cruzado en su camino, un par de criaturas, un niño y una niña , ambos no rebasaban los ocho años de edad.
—Ves, ¡Te dije! Por poco los apropellas.
—Sí pero, viste su ropa, su aspecto, hay no se como pordioseros y a estas horas de la noche en medio de la carretera, oye pobres niños, ¿no? ¿Pero dónde estan?
—No se, yo los vi muy rápido solo al momento que cruzaron y se metieron entre la maleza, mejor vámonos de aquí, tengo miedo.
Aquella pareja no quiso investigar más, encendieron el auto y retomaron el camino.
—Manuel, ¿Hueles eso? Huele como un animal muerto de días.
—Pues sí, yo creo que de seguro lo que vimos no eran niños, si no un par de perros o coyotes, bueno con este cansancio ya hasta estoy alucinando, igual y le pegue a uno y eso es lo que huele. De cualquier manera revisa en el asiento de atrás, haber si no hay nada.
Cuando la mujer volteo su mirada al asiento trasero, vio con terror que en el venían sentadas aquella criaturas.
—¡Hey, hey, hey! ¿Qué pasa?
Por el retrovisor, Manuel vio lo mismo que su mujer. Aquellos niños con una apariencia demoniaca, su piel pálida y llena de moretones, arañados del rostro, sus ropas podridas y sin ojos; en lugar de éstos, horribles agujeros que dejaban ver su esqueleto. Cuando el auto detuvo su marcha a la orilla de la carretera, Alejandra y Manuel voltearon de nueva cuenta al asiento trasero y ya no había nada. Aquellos niños habían desaparecido.
—Amor, ¿Viste lo mismo que yo?
—Claro que lo ví, pero... pero mejor vamonos ya, no vaya a ser que nos pase algo peor.
La pareja siguio su camino, llegaron a su casa y quedaron dormidos sin comentar lo sucedido. A la mañana siguiente retomaron el camino de regreso a Caldillo.
—Mira Ale, aquí fue donde vimos a los niños.
—Espera Manuel, ¡Párate! ¡Mira! ¡Ah Caray! ¿Qué hay ahí?
Algo extraño se veía a pocos metros del asfalto. Alejandra y Manuel bajaron de su coche, se acercaron poco a poco y descubrieron entre la espesa maleza un par de cruces que indicaban la muerte por atropellamiento de dos niños, justo en ese punto. Hicieron unas oraciones por el alma de aquellos inocentes y jamás han vuelto a ver nada parecido. Ahora, si tu no quieres vivir esta experiencia, lo mejor será que cuando pases por ese lugar te decidas a hacer una oración por aquellas criaturas si no es que quieres que te acompañen en tu viaje, postrados en el asiento trasero..
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